En mi anterior artículo os hablé de cómo algunos jardines incorporan el entorno que les rodea en los mismos, incluso logrando que nos abstraigamos de ellos. Continuando con el paisaje circundante, quisiera ahora  tratarlo desde otro punto de vista (y nunca mejor dicho) a través de uno de los jardines más importantes de Galicia, el del Pazo de Oca.

Propongo que toméis asiento en uno de los bancos de piedra que, junto a una pequeña escalinata, nos ofrecen la visión completa de la “Avenida de los tilos” y que, al mismo tiempo, invitan ciertamente a recorrerla.

Para quienes no hayan podido visitar el Pazo de Oca, esta famosa avenida forma uno de los ejes que organizan el jardín, conectando la zona de los estanques con el bosque de Guillufe (el bosque no es visitable pero igualmente forma parte del encanto de Oca). Su realización se produjo alrededor del año 1866 de la mano François de Vié, jardinero del Palacio Real, junto a otras reformas paisajísticas ejecutadas en el jardín por encargo de los marqueses de Camarasa.

A la alineación de tilos, Tilia platyphyllos (catalogados como árboles singulares de Galicia),  los acompañan setos de boj recortados siguiendo un patrón de medias esferas y líneas rectas. Al final del camino se ve una gran verja de hierro que impide el paso al bosque, pero lo que no impide es que desde ahí lo contemplemos y nos sintamos fascinados por él. ¿No os parece inevitable sentir la necesidad de abrir aquellas verjas y explorar el bosque de Guillufe? Confieso que al pasear por esta avenida siempre me siento transportada a otros tiempos. Quizás se deba a que lo observo condicionada por alguna película o libro en concreto (pienso en Las afinidades electivas de Goethe, por ejemplo), o quizás también influye en esto pensar en villas italianas que admiro como la de los Jardines de Boboli en Florencia, o la Villa Medici en Roma…

En cualquier caso, y volviendo al inicio del texto: la avenida constituye, por un lado, un eje o gran paseo que se comunica con otros caminos de menor importancia (en tamaño), formando un entramado geométrico y, por otro, tiene la misión de integrar el bosque que rodea a Oca en el jardín.  El paisaje, aquí, ya no solo actúa como un fondo lejano sino que pasa a un primer plano cuando, a través a la “Avenida de los tilos”, se nos invita a recorrerlo activamente (aunque en la práctica apenas podamos servirnos de nuestra imaginación).

Más información e imágenes sobre el Pazo de Oca aquí.

Revista AGAEXAR Nº 4 – Noviembre 2016

 

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