El concepto de jardín monacal suele asociarse a la Edad Media y al denominado Hortus conclusus. Este último término, que vendría a significar «huerto cerrado», está ligado también a la pintura sacra del S. XV.

Los monasterios medievales escondían en su interior jardines y huertos a través de los cuales los monjes conectaban con la naturaleza e intentaban recrear, de alguna manera, el jardín del Edén. Sin embargo, este jardín ideal no aparece en la Biblia como un espacio configurado y planificado, por lo que su interpretación fue entendida de diferentes formas a lo largo de la historia. Será a partir del S. VII, con la institución monástica más asentada, cuando estos espacios verdes comiencen a concretarse.

En lo que respecta al jardín monacal, podemos hallar en él, fundamentalmente, tres tipos de cultivos:

El Hortus: Espacio destinado al cultivo de hortallzas y vegetales.

El Pomerio: espacio dedicado al cultivo de frutales.

El Herbarius: espacio dedicado al cultivo de plantas medicinales.

Ya en el S. IX se produce un antes y un después en la concepción orgánica del huerto y del jardín. Aumenta el interés por las plantas y los usos medicinales, así como un incremento en la preocupación por el cuidado «legal» de estos espacios. También se pueden apreciar diferencias espaciales entre los terrenos dedicados a unos y otros cultivos.  Los espacios presentan una estructura interna en lechos o compartimentos regulares que pervivirá en el jardín monástico medieval y en los jardines laicos cortesanos.

Actualmente atribuimos al jardín monacal las siguientes características:

  • Cerramiento del exterior: Los muros separaban la naturaleza ordenada, organizada, protegida, de la naturaleza salvaje, el caos y los peligros del exterior.
  • La forma del jardín solía ser cuadrada y a su vez dividida en cuatro partes a través de senderos. Así se formaba una cruz que tenía relación con los cuatro ríos del Paraíso, los cuatro evangelistas o las cuatro virtudes cardinales.
  • El centro del jardín estaba ocupado por un árbol o una fuente. El árbol es la imagen que allí representa el conocimiento del bien y del mal. También se asocia a la cruz de madera. La fuente es un símbolo del manantial y del origen de la vida.
  • Las plantas cultivadas poseen propiedades terapéuticas y significados místico-alegóricos.

 

Maestro del mariscal de Brosse, Jardín de un monasterio (1475).

Aprovechando la época histórica que estamos tratando, os dejamos algunas imágenes del jardín del Museo Nacional de la Edad Media o Musée de Cluny, en Paris. Cuando lo visitamos, hace ya algunos años, pudimos comprobar cómo logra establecer una conexión muy especial entre el propio jardín, el edificio en sí del museo (de estilo gótico flamígero), las colecciones que alberga y su entorno urbano.

Los diseñadores del jardín, Eric Ossart y Arnaud Maurières se inspiraron para su creación (año 2000) en tapices y textos literarios medievales. Para ello identificaron, por ejemplo, especies de aquella época que pudieran ser introducidas en el jardín. De esta manera aportaron una visión tan «poética» como rigurosa sobre distintos aspectos de un jardín medieval.

Su superficie, de unos 5000 metros cuadrados, se organiza en terrazas (debido a la pendiente) y en distintos sectores.

El bosque del Unicornio, dedicado al tapiz de «La dama y el unicornio» (esta obra pertenece a la colección del museo), consta de dos plazoletas rodeadas de una valla de ramas entrelazadas de castaño (en una de ellas los niños pueden jugar con las huellas de animales, reales o imaginarios, que aparecen dibujadas en el camino). Las rodea un bosquete de diversas especies como avellanos, nísperos, saucos, madroños, hiedras… y entre medias, algunos bulbos como azafranes, narcisos o tulipanes silvestres.

En el jardín de Cluny también podemos encontrar el «gran patio», una pradera florida rodeada de agua y donde, al igual que el jardín monacal, se divide en cuatro partes a través de dos canales. Dependiendo de la estación del año, la pradera es salpicada por el colorido de eléboros, prímulas, narcisos, dedaleras… entre otros.

Más abajo, encontramos las parcelas para el cultivo de plantas culinarias; contiene cebollas, lechugas, ajos… y en otra de estas parcelas hay espacios para plantas medicinales, aromáticas y pequeños arbustos de bayas.

En el Jardín Celestial las azucenas, rosas, peonias o lirios, a un nivel simbólico, servirían para honrar a la virgen y a otros santos o divinidades.

Por último, El Jardín el Amor representa un jardín tal y como aparecía en las pinturas medievales. Evoca al amor cortesano. Los elementos que podemos encontrar allí son emparrados, pérgolas con rosas, madresleva…

La experiencia de conocer un jardín como el de Cluny es tremendamente recomendable en todos los sentidos. He de confesar que estamos deseando volver y repetir la visita tanto al museo como al jardín. Si estáis ahora mismo en París o si tenéis en mente visitar «la ciudad de las luces» en breve, no dejéis de acercaros a este lugar.

Algunas de las referencias de este post están tomadas del libro Jardines y laberintos (Editorial Electa); así como del artículo «El jardín Montástico Medieval (siglos IV- XI). Testimonios Literarios», de Artemio Manuel Martínez Tejera, disponible en la red.

 

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