Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar por primera vez el jardín de la Casa del Cuadrante, en Vilanova de Arousa, donde en 1886 nació Ramón María del Valle-Inclán.Esta casa-museo, que fue declarada Monumento Histórico Nacional, se construyó en el siglo XVI sobre una antigua fortaleza y ha pasado por varias reformas hasta el día de hoy. Actualmente se trata de una edificación de tipología “pacega” con planta en forma de L y dos alturas. En la parte baja se encuentra la exposición permanente del museo, donde se muestra información relativa a la obra y vida del escritor (antiguamente se ubicaban allí las antiguas cuadras y caballerizas). En el primer piso se ha dispuesto una representación del modo en que se vivía en aquel hogar en tiempos de Valle Inclán. Pero vamos a lo que nos ocupa, el jardín.Me encontré con un espacio representativo de la jardinería gallega del s.XIX, de dimensiones reducidas, íntimo, con elementos típicos de nuestra jardinería tradicional: emparrados, escalerillas y pilón de piedra, bancos, musgo, frutales… además de antiguas camelias, un tejo, un árbol de Júpiter de gran tamaño y un magnolio centenario (el grosor de sus raíces y ramas es imponente!).Y viendo este magnolio, leyendo la historia del propio lugar, y por supuesto sabiendo de la literatura de Valle Inclán, uno se hace una pregunta muy evidente ¿pudo influir en su momento el jardín en la obra de este escritor?Sabemos que la propiedad pertenecía a sus abuelos maternos, allí vivían sus primos, y Valle-Inclán se alojaba en este inmueble con frecuencia (incluso conservaba una habitación propia de la que hacía uso en sus visitas). Podemos hablar de este espacio como “el jardín del escritor”. La pregunta no deja de aflorar: ¿habrá sacado Valle-Inclán algo de este lugar para proyectarlo en su obra literaria? El placer con el que nosotros comprobamos lo acogedor de este jardín es uno de los elementos que nos invita a dejarnos llevar por la imaginación, ¿cómo no habría de hacerlo con (la mente creativa de) Valle-Inclán? El relato “Rosarito”, de su Jardín Umbrío, puede servir para defender esta idea, o simplemente, para ilustrarla:

“Del fondo oscuro del jardín, donde los grillos daban serenata, llegaban murmullos y aromas. El vientecillo gentil que los traía estremecía los arbustos, sin despertar los pájaros que dormían en ellos. A veces, el follaje se abría susurrando y penetraba el blanco rayo de la luna, que se quebraba en algún asiento de piedra, oculto hasta entonces en sombras clandestinas”

Cualquier jardín, ya lo he contado en alguna otra ocasión, es siempre una invitación a contemplar la naturaleza y a dejarse llevar por ella. Éste en concreto se encuentra inevitablemente ligado a la figura de un escritor tan inmenso como Ramón María del Valle-Inclán. Hacia él y hacia su obra nos empuja. Me gusta ver este jardín como una especie de fondo sobre el que discurre la literatura del autor. Un jardín como la puerta de atrás de una obra literaria imprescindible.

Revista Agaexar nº8 – Tercer trimestre 2017

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