Son moitas as mulleres que ao longo da historia, e en ocasións dende un segundo plano, ocupáronse de dar forma aos xardíns galegos, sexa no seu deseño, na toma de decisións para o coidado dos mesmos ou ben traballando directamente neles.

Hoxe queremos recordar a unha delas, Emilia Pardo Bazán (1851-1921). Ela esbozou os xardíns do Pazo de Meirás. A finais do s. XIX, a escritora organizou un pequeno xardín preto da casa. Pouco a pouco foi transformando a propiedade baseándose nas tendencias xardinísticas europeas da época, introducindo plantacións máis exóticas como hibiscos ou magnolias e impresionantes flores estacionais. Con posterioridade, engadiu distintos elementos ao seu xardín, tanto arquitectónicos coma botánicos (entre estes últimos destacan as roseiras, plantas polas que sentía unha especial predilección).

En Meirás pasaría longas tempadas, ata o punto de que estes xardíns terminarían por converterse en fonte de inspiración para moitos dos seus relatos. Deixou constancia deles de maneira explícita, ademais, nos “Apuntes autobiográficos” que preceden á primeira edición de Los Pazos de Ulloa (1886):

“…A la casa, baja e irregular aunque extensa, se la come la vegetación cubriéndola por todas partes. Al levantarme y abrir la ventana de mi dormitorio, veo un asunto de abanico de Watteau, tentador para un acuarelista: sobre el fondo del cielo que por lo regular tiene ese adorable tono de ceniza de cigarro claro que sólo en el celaje gallego se observa –el inglés suele ser más oscuro y frío- se desvanece como una gasa el follaje del árbol del amor, hibiscus para los botánicos, en trazos de un verde pálido salpicado de floricones rosa, que parecen la caricia y el jugueteo de caprichoso pincel encima de un paisaje lavado a suaves medias tintas. Si salgo a respirar el fresco después del trabajo, tengo a dos pasos el bosquete, cuyas calles pendientes y herbosas se abren entre grupos de aralias, paulonias, castaños de Indias y retamas fragantes. Poco más abajo, el surtidor del pilón de piedra, a media villa, desgrana gotitas sobre la tersa superficie, donde nada siempre alguna hoja amarillenta, despojo de los arbustos, o un barquito de muñecas, quilla arriba, naufragio producido por los combates de Trafalgar que Jaime no cesa de hacer desde que leyó los Episodios Nacionales. En el jardín y alrededor del pilón, las magnolias entreabren su urna de alabastro, los granados su flor de rizo coral, y las enredaderas suben por el emparrado y trepan hasta las ventanas, entre cuyas vidrieras se estrangula a veces un tallo de fucsia o un sarmiento de pasionaria. Más allá del reguero de agua, orillado de frescos berros, va a perderse en el amplio declive que forma el prado, y el vasto circuito de la tapia es una cenefa de frutales, que está llamando por los golosos con sus perales y manzanos rendidos al peso de las pomas y sus abridores y duraznos que destilan ámbar.”

Para esta breve nota acerca de Emilia Pardo Bazán e o Pazo de Meirás tomamos como referencia o libro Xardíns das Mariñas, de Jesús. A. Sánchez García., unha lectura que sen dúbida vos aconsellamos.

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