Sus bayas, el color de sus hojas… los cambios que algunos arbustos experimentan durante el otoño pueden hacer que el jardín se transforme por completo en esta época. Hoy voy a hablaros de algunos de los más populares (seguro que os suenan), todos ellos se encuentran nuestro jardín familiar.

 

Nandina domestica. Sin duda, es una de las más finas y ligeras del jardín, se desarrolla muy bien tanto en tierra como en maceta. A finales del otoño los tonos verdes de sus hojas perennes (o semiperennes) se vuelven rojizos. Mediado el verano aparecen, en racimos, pequeñas flores blancas que después se convierten en abundantes ramilletes de redondos frutos rojos. Crece a pleno sol y con cierta humedad en el suelo. Puede llegar a alcanzar los dos metros de altura.

 

 

Otro de mis favoritos es el Acer palmatum o arce japonés, un arbusto que no suele sobrepasar los 5 metros de altura. La belleza con la que adorna nuestro jardín en otoño es fascinante. Posee una multitud de variedades de vivos colores en esta estación del año (Butterfly, Bloodgood…). Todas ellas son, generalmente, de copa redondeada y hoja caduca. Crece en suelos húmedos bien drenados y fértiles, en semisombra.

 

 

El acebo o Ilex aquifolium se llena, en sus ejemplares femeninos, de bayas rojas durante el otoño, contrastando así con sus lustrosas hojas verdes.  Precisan de sombra o semisombra. Se trata de una especie de alto valor ecológico que está presente de forma natural en los bosques gallegos. Puede alcanzar el tamaño de un pequeño árbol.

 

 

Bastante más pequeño, con un metro y medio de altura, el Cotoneaster horizontalis se extiende a través de ramas enmarañadas. De hoja caduca, posee bayas de color rojo intenso que maduran en el otoño. Sus hojas verdes también se vuelven rojizas en esta época, antes de su caída. Puede situarse a pleno sol o en semisombra.

 

 

Cambiamos del rojo al amarillo con la Spiraea japonica, un arbusto caduco, sus hojas adoptan tonos dorados antes de la caída. Su crecimiento es informal, con una floración otoñal que brota a modo de cabezuelas rosadas entre el follaje. Alcanza el metro y medio de altura. Se puede plantar a pleno sol.

 

 

Por último, tenemos al Cornus alba o cornejo. Es un arbusto, de unos dos metros y medio de altura, que destaca por sus tallos jóvenes de un rojo brillante. Éstos relucen en las estaciones del otoño y el invierno, al perder sus hojas, que también se vuelven rojizas antes de caer.

 

 

 

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