Uno de los libros que hemos disfrutado este verano es “El hombre que plantaba árboles”, de Jean Giono. Un precioso y sencillo relato  que ha sido traducido a multitud de idiomas!

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A modo de parábola, un personaje desconocido, que inicia un  viaje a pie  por la región de los Alpes, junto a la Provenza, narra la historia de un pastor con el que se encuentra durante ese recorrido por montañas de tierras áridas. Eleazar Bouffier -así se llamaba el pastor- vive solo en la región con su rebaño de ovejas y posee una rara ocupación: cada día siembra bellotas de robles (más tarde de hayas y abedules) hasta crear un gran bosque. Su actividad transformará la región con el paso de los años, llenándola de vida: el agua vuelve a las fuentes y sus pueblos, al principio abandonados, son de nuevo ocupados.

La edición incluye un jugoso prólogo de José Saramago:

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Además, el epílogo lo firma Joaquín Araújo (autor de Árbol, un libro del que ya os he hablado aquí).

La historia de cómo Jean Giono escribió El hombre que plantaba árboles es muy curiosa. Una editorial norteamericana le realizó el encargo de escribir un breve relato sobre un personaje real que «dejara huella». Una vez escrito, Giono reconoció que el pastor era en realidad un personaje de ficción, por lo que la editorial rechazó el texto. El escritor decidió entonces donar el libro a todo el mundo, sin cobrar ni un solo céntimo por él.

Otro dato curioso, en 1987 Frédéric Back, basándose en este relato, dirigió un premiado cortometraje de animación: durante ese mismo año obtuvo el Oscar en esa categoría, además de una nominación a la la Palma de Oro en Cannes y el premio al mejor cortometraje en el Festival de Annecy.

 

 

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