Es muy común que durante estas fechas, las luces, las excesivas compras, el jolgorio típico de la navidad… nos hagan entrar en una espiral de ritmo frenético, en la que introducimos inconscientemente (o conscientemente) también a los niños. Programas festivos donde los pequeños participan, cada día, de una actividad diferente, festivales en las escuelas con música y bailes de todo tipo, que poco tienen que ver, en realidad, con la navidad, regalos excesivos en cantidad y en tamaño… Reflexionemos un poco sobre todo esto, ¿no deberíamos hacer lo contrario? La calma o el silencio podrían ponerse en práctica durante estos días de invierno. Os cuento el porqué de mi propuesta:
El 21 de diciembre es el solsticio de invierno. La noche más larga, el momento en el que el sol está más alejado de la tierra. Y ahí se queda durante 3 días. Al cuarto, el 25 de diciembre, las noches comienzan a hacerse más cortas, los días más largos, lo que puede interpretarse como un nuevo renacer. No es casualidad que justo ese día sea en el que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús, al igual que otras culturas celebran el nacimiento de sus divinidades. Los romanos homenajeaban a Sol Invictus y a Saturnalia (Dios de la agricultura). Los celtas y otras culturas nórdicas paganas realizaban una serie de rituales de adviento en los que veneraban la luz y la naturaleza.
Por lo tanto, si miramos hacia atrás, durante estos días anteriores a la navidad y a los diferentes festejos, se producía un recogimiento que invitaba a pensar y a plantear nuestros nuevos deseos para el siguiente ciclo de la luz (buenas cosechas, por ejemplo), mientras se esperaba el fin de la oscuridad.
Os invitamos a recorrer algún rincón verde de Galicia en busca de este antiguo «espíritu navideño», hoy atípico entre nosotros, solos o acompañados. Contagiemos a los niños de él. El frío no debe ser impedimento para observar la naturaleza y disfrutar de ella (recordemos cómo en otros países con inviernos más duros que el nuestro las familias pasan mucho más tiempo en el exterior ayudándose de las prendas adecuadas). En diciembre los días son más cortos, la luz diferente, los colores de los árboles cambian, los ríos bajan con más caudal… nos encontraremos con paisajes tan distintos! Lugares que no parecen los mismos que unos meses atrás. Pensemos en un jardín: sentados desde el mismo banco que hace un par de meses, las copas de los árboles caducos nos dejan ver escenas que antes eran imposibles, y por sorpresa vemos nuevas plantas, propias del invierno, y la escarcha… qué placer la escarcha, cómo baña de blanco el jardín y como resaltan los pequeños pájaros sobre ella! Aquí, en Galicia, las camelias comienzan a florecer aportando colorido a calles y jardines. Sin duda, las flores de la camelia son los mejores adornos para la navidad.
Dar un pequeño paseo en el que contemplar los regalos que la naturaleza nos ofrece en el invierno y escuchar sus sonidos… después recogernos en casa, y en silencio, esperar el renacimiento de la luz y por que no, el nuestro propio.
Feliz Navidad y todos nuestros mejores deseos para el próximo año!
Pintura portada: San José carpintero(1642), de Georges de La Tour