«Durante milenios, los pueblos indígenas de todos los continentes prestaron especial atención a la naturaleza, Sus vidas dependían del conocimiento de las plantas, los animales y los fenómenos metereológicos de su entorno. No fue, sin embargo, hasta el siglo XVIII, cuando un párroco rural de Hampshire, Inglaterra, llamado Gilbert White, presentó sus observaciones sobre la naturaleza local de forma sistemática».

La historia natural de Selborne (1788),  uno de los libros más reeditados en lengua inglesa, es un diario de huerto donde Gilbert White anotaba todo cuanto observaba en su jardín para dejar constancia. Según el párroco, uno llega a conocer un lugar con tanto detalle que éste se le vuelve casi predecible, y ésto es fundamental para descubrir aspectos de nuestro entorno que de otra manera permanecerían ocultos para nosotros.

 

 

Así, mencionando a un jardín y su jardinero, comienza el capítulo 1 de El diario del naturalista. Una guía de observación y anotación para seguir los cambios de la naturaleza que te rodea. Basándose en su propia experiencia, lo relatan e ilustran Nahaniel T. Wheelwrighy y Bernd Heinrich, reputados naturalistas contemporáneos, en la primera parte del libro. Nos ceden el testigo en la segunda parte, un diario a cinco años que nosotros rellenaremos con nuestros propios descubrimientos. Edita Errata Naturae. 

 

 

Si queremos (o necesitamos) seguir los pasos de Gilbert White o alguno de los autores de este libro -descubriendo curiosidades de la naturaleza que nos rodea y cambiando, por lo tanto, nuestra percepción sobre ella-  ejercitaremos su observación cada día. Wheelwrighy y Heinrich desarrollan para nosotros los diez puntos fundamentales:

1. Cultiva la curiosidad.
2. Aprende los nombres y la taxonomía de las plantas y los animales de tu entorno.
3. Familiarízate con su ecología.
4. Sal de paseo con naturalistas experimentados y toma notas.
5. Pregunta «¿cómo?» y «¿por qué?».
6. Indaga, toca, huele, escucha y mide.
7. Haz experimentos sencillos.
8. Enseña a los demás.
9. Analiza tus observaciones.
10. Pon en práctica los conocimientos adquiridos.

 

También nos facilitan consejos prácticos sobre cómo tomar nota de estas observaciones, cómo organizarlas o analizarlas. Nos enseñan cuál debe ser el equipo necesario para comenzar esta hermosa aventura de convertirnos en rastreadores de cambios en nuestro entorno natural e ideas (por estaciones) de cómo llevar a cabo sencillos experimentos.

En mi opinión, el comienzo quizás no sea fácil si uno no está acostumbrado. Como en el deporte, se debe adquirir una costumbre para conseguirlo, si no nos rendimos terminará por ser algo imprescindible y beneficioso para nosotros. Más tiempo en la naturaleza, más tiempo presentes con nosotros mismos y tomando conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor. Sentido de arraigo.

Tomo nota, especialmente, de las palabras de Heinrich sobre la importancia de la ilustración y la escritura en todo este proceso: «tengo la sensación de no contemplar algo de verdad hasta no dibujarlo». A través de estas acciones logramos conectar la realidad con nuestra subjetividad. Al escribir, dibujar o pintar nos obligamos a nosotros mismos a prestar atención a lo que hacemos (volvemos a estar presentes).

 

 

Para redondear la exquisitez de este precioso diario, al final del mismo encontraremos varios anexos: libros útiles, glosario personal para abreviaturas y símbolos, la tabla de conversión métrica y un útil espacio para desarrollar líneas temporales de especies y eventos que os interesen.

Ya sólo nos queda comenzar a rellenar nuestro diario. Personalmente, he elegido dos escenarios para tomar nota de mis observaciones. El primero, una de las ventanas de casa, con vistas al río, en la que dan algunas ramas del acebo (donde a lo largo de todo el invierno se refugian varios gorriones y mirlos). La segunda, por supuesto, el jardín, en todos sus rincones y en todas las situaciones.

 

 

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