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Estamos en abril, y ya están asomando las primeras plántulas de tomates y pimientos. Vivimos en el interior y todavía hace bastante frío, sobre todo en esta rara primavera invernal. Por eso sembramos en un semillero, improvisado y protegido, la mayoría de nuestras hortalizas. En cuanto tengan el tamaño apropiado las pasaremos al terreno, donde ya están esperando los puerros, ajos y acelgas.

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Este es un mes laborioso, porque comienza a nacer casi todo, incluidas las hierbas espontáneas del huerto, que crecen más que nunca. Además, en unos días comenzaremos a sembrar otras plantas como zanahorias, lechugas, calabacines y calabazas (este año quiero experimentar con la calabaza luffa!).

La tierra de «A granxa» (el nombre de nuestra finca familiar) es muy arcillosa y difícil de trabajar. Ha sido siempre arada pero este año me he apropiado de un trozo (para mí sola) en la que no he removido el terreno. Una de las razones que me han animado a actuar de esta manera es el resultado que obtuvimos en algunas otras zonas del jardín en las que aportábamos con regularidad hierba cortada, hojarasca… allí la tierra ha mejorado muchísimo.

De momento sólo he cubierto la zona de cultivo con materia orgánica para no dejar nacer las hierbas que no interesan y nutrir la tierra. He establecido cuatro bancales, basándome en el método de «paredes en crestall» ideado por el mallorquín Gaspar Caballero, y que Mariano Bueno describe en su libro Manual práctico del huerto ecológico. He dispuesto cuatro, cada uno con medidas de 1.5 metros de ancho (60+30+60 centímetros) por 3 metros de largo, suficiente para probar este año. Mi diseño de plantación es el siguiente:

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Bancal 1: Ajos, cebollas, puerros, zanahorias y apio.

Bancal 2: Lechugas, acelgas, remolachas, espinacas, rúcula y calabacines.

Bancal 3: Judías, habas, rábanos y coles.

Bancal 4: Tomates, pimientos y berenjenas.

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Las fresas, calabazas y plantas aromáticas las he dejado fuera de mis bancales, exceptuando la albahaca, que plantaré cuando sea su momento entre los tomates, y también la caléndula.

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Abril es un mes, como ya he dicho, de mucha actividad, pero no sólo por nuestra parte y en lo que respecta a los cultivos de verano. Los árboles frutales están en flor y con ellos trabajan sin descanso todo tipo de insectos. Y dado que he decidido dejar crecer las plantas espontáneas en mi terreno -eliminando manualmente aquellas que se expanden con facilidad – me quedo absorta contemplando los «zume zume» (Lamium purpureum) llenos de abejas y abejorros (hay mucha vida en mi pre-huerto!). También crece la «muruxa» (Stellaria alsine), un aperitivo perfecto para las gallinas y otro tipo de «hierbajos» de los os hablaré en otro momento.

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Aquí lo aprovechamos todo. Si no es comestible, sirve igualmente para fomentar la biodiversidad,  y si tampoco es el caso, para alimentar nuestra vista. Por eso, para acompañar a tal paleta de colores, he plantado a unos metros de los cultivos algunas plantas ornamentales: hostas, rosales silvestres, madre selva, hortensias… Estamos en pleno proceso creativo y de ajardinamiento, pues una huerta bien puede ser un jardín.

Poco a poco os iré contando en detalle mis experimentos y mostrando los rincones de mi pequeño «galician garden».

Esto es sólo el comienzo…

 

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