Un castillo se ubica siempre en un lugar privilegiado, esto ocurre por pura necesidad del sistema administrativo que lo gobierna. Se establecían en zonas que habrían de facilitar -como ninguna otra- la defensa, el abastecimiento y la gestión de sus dominios. Puede decirse entonces que las tierras que acogen a un castillo son siempre tierras propicias. Por eso también, y de forma independiente al devenir histórico final de aquellas fortificaciones, no es difícil que el lugar conserve las ventajosas características que determinaron su elección, mientras los usos a él asociados se adaptan a nuevas exigencias contemporáneas. Se combina así el peso de una historia de señores feudales junto con el paseo turístico por sus encantos naturales; el resultado es un sugestivo contraste de experiencias. Así ocurre, desde luego, con el Castillo de Soutomaior (cuyo origen puede situarse en torno al s. XII); ubicado en el interior de la ría de Vigo, en una de las laderas del espléndido valle del río Verdugo, envuelto en generosos viñedos de Albariño. Allí las vistas desde sus almenas, adarves, torres y atalayas, sin dejar de recordar los tiempos en que eran empleados para el avistamiento y control de posibles amenazas, sirven ahora para el disfrute estético de su entorno. Ese diálogo adereza de principio a fin la visita a Soutomaior.

 

Otro tanto ocurre con los terrenos que rodean a este monumento histórico, en los que su antigua explotación hortícola cuenta hoy con una utilidad básicamente ornamental y de conservación botánica (el de Soutomaior es uno de los parques con mayor variedad botánica de Galicia). A ese respecto, es imprescindible mencionar la modificación aplicada, tanto al castillo como a su entorno, por los marqueses de la Vega de Armijo y de Mos en 1870. Esa reforma convirtió en palacio neogótico lo que hasta el momento era una fortaleza medieval asociada a la figura histórica de Pedro Álvarez de Soutomaior (Pedro Madruga) y a las Guerras Irmandiñas. Culminaron así el esplendor actual de sus 25 hectáreas de superficie, y con ello, una particular “combinación de épocas”.

 

Porque el Castillo de Soutomaior -como ocurre en otros edificios similares-, despojado del tiempo al que pertenece, alejado por siglos de sus episodios bélicos y tramas de poder, funciona todavía como un cascarón rocoso que da cobijo a sus leyendas. Es ésa una mezcla anacrónica que colorea su recorrido. El contraste aumenta incluso frente a la calma o el recreo al que invitan el parque y su jardín. Por momentos, parece que aquellos se ofrecen como complemento oportuno a la primera etapa de su circuito. Frente a la pompa castrense del castillo, son espacios acondicionados para el reposo, el ejercicio físico o el juego infantil. En ellos, por lo demás, una cuidada transición entre la masa arbórea y arbustiva deja pronto al descubierto su inmenso atractivo y singularidad botánica. Tras la inevitable y enardecedora visita al castillo, la naturaleza, que aguarda serena en su exterior, modera la fantasía quijotesca del visitante.

 

Todo ello en medio, como afirmábamos, de especies vegetales de incuestionable relevancia, once de ellas están catalogadas como monumentales: distintas variedades de cedros, secuoyas, abetos del Cáucaso, tilos, pinos, cedros, Abies pinsapo, Celtis australis, araucarias, Lasiandra macrantha… El jardín, que alberga especies de los cinco continentes y que cuenta incluso con castaños de hasta 800 años de antigüedad, ha sido ampliado en las últimas décadas (con su actual propietario, la Diputación de Pontevedra, quien además emprendió una cuidada restauración del edificio en los años 80) y ha asumido la última de sus nuevas funciones: una zona hortofrutícola, en la que encontramos variedades autóctonas de viñedo y de frutales -principalmente manzanos-, así como la ampliación de su exuberante colección de camelias (que cuenta con más de 100 variedades) y de sus rosales. Esta destacada presencia de la camelia es uno de los principales motivos por los que los jardines del Castillo de Soutomaior cuentan con el reconocimiento de “Jardín de excelencia internacional”, desde febrero de 2012. Con dicha distinción, Soutomaior se convierte en el primer jardín de España y el séptimo de Europa en alcanzar este reconocimiento.

 

Si bien es innegable que el castillo funciona como la columna medular de su espacio, siendo su principal reclamo, debe buena parte de su actual vivacidad a la cuidada organización de sus alrededores naturales. El itinerario que atraviesa el jardín y el bosque, así como los distintos elementos vegetales que circundan sus murallas, llenan de vigor sus cimientos y ahuyentan la monotonía de nuestras descripciones; alejan al castillo, por completo, de uno de sus principales peligros: el silencio de la ruina.

 

 

Más información en nuestra guía de jardines: https://galiciangarden.com/item/castillo-de-soutomaior/

 

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