Por ser la razón de esta pequeña esquina en GalicianGarden el comentar argumentos relacionados con los jardines, pero tomando siempre como excusa las artes plásticas, la literatura o el cine, es justificable que nuestra mayor imprudencia sea siempre la de emplear metáforas reiteradamente. El post de hoy no será una excepción, sino todo lo contrario, hoy quisiéramos recrearnos algo más en nuestra reincidencia asumida. Pero no somos tan pretenciosos como para hacerlo en base a una referencia metafórica alumbrada por nosotros mismos, preferimos hacerlo escudados en las palabras Pietro Citati. Permitidnos recomendaros la extraordinaria biografía de Giacomo Leopardi que Citati escribió en 2010 (la edición que manejamos fue publicada por Acantilado en el 2014 y cuenta con la traducción de Juan Díaz de Atauri). Ya hacia el final de su robusto relato, Citati extrae y explora la fundamental relación del poeta italiano con el lugar en el que este último vivió los últimos días de su vida: la Villa Leopardi, también conocida como la Villa delle Ginestre (Villa de las retamas, en italiano). Toma este nombre del poema (allí escrito por Leopardi) La ginestra, y se encuentra en  Torre del Greco, frente al Vesubio. Pues bien, es esto lo que Citati describe:

“Incluso en aquel momento, en 1836, en que el cólera atacaba Nápoles, la naturaleza era la única, la sola cosa que podía evocar desde el vacío «el sonido más dulce que pueda oírse en este mundo». Ese sonido es la olorosa, la lenta retama, que a su modo, es también la luz que menciona en el prólogo del Evangelio de Juan. Es una criatura mínima, que vive en la frontera de los mundos, que sólo puede crecer en la árida espalda del Vesubio, en el desierto, en la soledad, en la desolación, en lugares abandonados, junto a la desventura e inmersa en la desventura. A su alrededor no hay árboles ni flores; pero Leopardi, por primera vez, ve en ella, precisamente en ella, en esa criatura subhumana, un modelo infinitamente superior a los modelos humanos. (…) La poesía, su poesía o la poesía moderna no pueden brotar más que del desierto. No conoce otro lugar, las piedras, la lava, las “olas endurecidas”, las “cenizas estériles”, los “terrones hechos ceniza”, las ruinas, los muros caídos; suelos donde no nacen árboles ni flores…  La retama no ha elegido el desierto, el azar o el destino o la voluntad de la gran naturaleza la han colocado allí, en la espalda del volcán. Del mismo modo, Leopardi no decidió componer la poesía del desierto y de la soledad, aunque la escribe porque así lo han querido los azares de su vida y del universo… Aunque no haya elegido su condición, la retama está “contenta de los desiertos”…

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Sirve la retama a Citati (a nuestro entender, poco importa que la retama sea en sí misma un motivo ya inseparable de la obra de Leopardi) como el mejor modo para describir un tipo de poesía y un tipo de arte. Con ella se incorpora al juego metafórico todo el contexto natural que a esta planta se asocia. Y siguiendo esa inercia, se asocia también a todo ello un modo equiparable de estar en el mundo. ¿Cómo no servirnos de la naturaleza y de los jardines para intentar explicar –explicarnos a nosotros mismos, para comprender- la belleza de lo que nos rodea, si nuestra conmoción por lo bello partió ya en su momento de un lugar similar? El poeta, tal y como Citati nos lo explica, no sólo se conmueve por lo que ve en la retama e intenta explicarlo, sino que en la retama encuentra al mismo par de aquello que escribe… El modo en que brotan sus palabras (y hasta diríamos que, esencialmente, el lugar del que brotan sus palabras) es el mismo en que se ofrece la retama, se trata de un desierto (sobre esto mismo trata Foucault, como es sabido, en El pensamiento del afuera).

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Dicho todo esto, habría que aclarar que no basta únicamente con trazar metáforas, conviene también templarlas y no empalagar con lo que uno ve y quisiera que el resto reconociese también en los motivos. Por eso quisimos ceñirnos hoy a Citati, por lo bien medida que se halla aquí la transición y el juego metafórico: la retama está “contenta de los desiertos”, al igual que la poesía de Leopardi… y nuestra imaginación,tan contenta de los desiertos como de los jardines.

José Manuel Mouriño

 

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