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Corredoira.
En él se describen los paisajes y momentos que comprenden dos experiencias de retorno a un mismo lugar. En en el primero de los retornos (año 2014) Robert Macfarlane decide iniciar un viaje en busca de una corredoira descrita por Geoffrey Household en su novela Rogue Male (1939) acompañado de su amigo Roger Deakin. Esta búsqueda de un lugar soñado por primera vez a través de la lectura de un libro es la puerta de entrada en el relato. Pero bajo esa misma excusa, mientras nos dejamos caer en ese escrito, estamos también haciendo pie en los paisajes, vegetación, historia, gentes, sombras y “fantasmas” de Dorset, en la costa sur de Inglaterra, el espacio real sobre el que escribió en su momento Household y que Macfarlane decide alcanzar a través de lo leído y ahora a través de lo caminado:
«Logo, ao carón dun freixo vello e ergueito atopamos unha abertura pola que regresar á corredoira, así que atravesamos aquel burato na sebe e descendemos á profundidade da corredoira, botando man da hedra para baixar polas paredes de arenito de volta á sombra.(…) Abaixo, na penumbra da corredoira, os pasados da paisaxe percibíanse cunha viveza emocionante e conmovedora, coma se a historia se repregase sobre si mesma, poñendo en contacto intres descontinuos e creando correspondencias que sobrevivían na forma dun imperativo territorial para o acocho, a fuxida e o encontro.»
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Hacer camino.
«Corredoira: o camiño oco. Un carreiro fondo, un vieiro avesedo e profundo. Unha ruta que arregaron na terra séculos de pegadas, de pisadas; e fendas, de ferraduras; o carroulear das rodas e o correr da chuvia. Unha vía desgastada» polo tráfico dos tempos e a roedura da auga, que nalgúns lugares se afundiu ao redor de cinco metros baixo o nivel dos campos.»
Como vemos, una corredoira es un camino que se hace al andar. Tal y como recuerdan los hermosos versos de Antonio Machado, esto es algo que concierne a todo camino. Pero en pocos como en las corredoiras se profundiza (literalmente) tanto en el retorno. La corredoira vendría a ser, de algún modo, casi un camino esculpido en la tierra a través de los regresos al lugar que atraviesa. La corredoira, además, aparece también como una alargada huella de los tránsitos que ha acogido. En ella han dejado su marca personas, animales, carros; esto se debe a la acción repetida de un ir y venir, una y otra vez, por ese mismo paraje. Son los continuos regresos, la insistencia en el gesto de cruzar un lugar, lo que ha dado lugar (precisamente) a la corredoira. Ya os hemos hablado en otro momento sobre cómo, a partir de este gesto del caminar insistente, Richard Long ha generado diversas obras artísticas (véase el artículo «A line made by walking, de Richard Long» ).
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En palabras de Proust.
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A TENER EN CUENTA:
El libro está disponible en la página web de Kalandraka en lengua gallega.
Edad recomendada: lectores adultos.
Ilustración de sobrecubierta: Adriá Fruitós.
La edición está impresa en papel procedente de bosques y plantaciones gestionadas con estándares que garantizan la explotación sostenible de los recursos.
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