Sin lugar a dudas, Bonaval es uno de mis parques urbanos favoritos por varias razones. En su diseño conviven tradición y vanguardia, algo que termina jugando a favor de un noble respeto (y hasta su revalorización) por la esencia del lugar. Que se encuentre en el centro de Santiago de Compostela no le impide ser un parque tranquilo y acogedor. Ocupa una apacible ladera, en el barrio de San Pedro, junto a los edificios del CGAC (Centro Galego de Arte Contemporáneo) y el convento de Santo Domingo de Bonaval.  Desde la primera de sus terrazas podemos descubrir la ciudad dominada por la Catedral o las pintorescas vistas de los tejados de Santiago. Entre otros tesoros, el parque cuenta con una escultura que Eduardo Chillida diseñó específicamente para ese lugar, la tituló “A Porta de Música”.

 

 

Sus autores, los arquitectos Álvaro Siza e Isabel Aguirre, asumieron como matriz de su diseño la piedra, el agua y el verde natural. En un espacio que se acerca a las 4 hectáreas de superficie  “trenzaron” estos tres elementos.

El proyecto de recuperación del parque comenzó por un estudio de las trazas preexistentes del lugar, que se encontraba abandonado. Adoptaron para ello, como guía, un plano de la ciudad de 1907, además de ejecutar una limpieza cuidadosa y la realización de prospecciones arqueológicas periódicas.  A partir de ahí, la intervención avanzó de una manera flexible y orgánica, en función de los descubrimientos que afloraban paulatinamente. Esto permitió rescatar incluso sus viejos caminos sinuosos o reforzar los recorridos mediante el empleo de arbustos en los taludes de transición.

El predominio de las líneas rectas, en su diseño, refuerza también la delicadeza mediante la que combina esa modernidad que defiende y el milenario carácter de la arquitectura compostelana que rodea al parque. Sus perfiles rectos, sobrios, sostienen la particular vigencia, a su modo, de los antiguos usos de esta finca monacal, de su huerta, de su carballeira o de su cementerio…

 

 

Originalmente, la parte más baja del parque de Bonaval estaba ocupada por la huerta, con un pequeño jardín geométrico junto al convento que ha sido restaurado. En esta zona podemos encontrar también ruinas de formas románticas y distintos elementos empleados antiguamente para el riego. En la parte más elevada de la finca se ubica esta carballeira que ya mencionamos, en donde los senderos se bifurcan y se sumergen en las sombras arrojadas por las copas de los robles. La última parte del recorrido corresponde a la innovadora restauración del antiguo cementerio, que se encuentra ahora rodeado por amplios espacios de césped y ejemplares arbóreos aislados, entre los que destacan sus grandes tilos.

 

 

 

Con respeto a su vegetación, me gustaría insistir en la estudiada combinación de especies caducas (como la magnolia, el abedul o los arces)  con perennes (cedros, tuyas…). Esto permite establecer un maravilloso diálogo entre variadas texturas, formas y colores. Las diferencias estacionales sirven también para crear un tranquilo equilibrio entre la topografía del terreno, la vegetación y sus elementos arquitectónicos.

Por virtudes como éstas que aquí señalamos someramente, el proyecto fue galardonado con el premio nacional de arquitectura “Manuel de la Dehesa” en 1997, además de otros reconocimientos a nivel internacional.

Bonaval, que se abre en tan equilibrada y respetuosa armonía con su entorno, ofrece la transición perfecta entre los espacios que lo rodean. El lugar ideal para descansar y evadirse de una ciudad tan colmada de vivencias de todo tipo como Santiago de Compostela.

 

Revista Agaexar nº12 – Cuarto trimestre 2018

 

 

Más imágenes de Bonaval en nuestra guía de jardines.

 

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