Su descripción puede resultar bastante sencilla: un inmenso cráter ajardinado acoge en su base, o fondo, una especie de pedestal de piedra. Al espacio se accede a través de una puerta horadada en la pared del cráter. La complejidad de esta obre responde, en realidad, al «vuelco funcional» que cumple cada parte de la misma. El pedestal resulta ser una especie de cama o peculiar altar, al visitante se le invita a tumbarse boca arriba sobre ese elemento. El cráter y sus paredes,que alcanzan una altura de 25 metros, pasan entonces a convertirse en el marco que encuadra un pedazo de cielo sobre el observador. El jardín ha mutado en una herramienta de encuadre, de observación. Incluso la concavidad de la obra ejerce su presión sobre el centro en el que se sitúa el observador… como si esa geometría sirviese para recordar o subrayar que éste observa el cielo «acogido o arropado por el planeta desde el que observa».

En más de una ocasión os hemos hablado en Galician Garden de lo útiles que vienen a ser los jardines para observar lo que nos rodea. Esta obra de Turrel es un ejemplo extremo de esa idea. No dejéis de investigar un poco más en la obra de James Turrel (nacido en California en 1943), es un artista capaz de servirse de elementos tan efímeros y delicados como la propia luz o el vacío. En esta obra, ubicada en el Liss Ard Estate irlandés, Turrel alcanza a convertir un jardín en un belvedere celestial, estelar.

Fuente imágenes: https://feel-planet.com

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