El jardín del Pazo de Santa Cruz de Rivadulla, en el ayuntamiento de Vedra ( A Coruña), es uno de los más destacados jardines históricos gallegos. Una visita obligada no sólo por pertenecer a la Ruta de la camelia sino por sus innumerables valores, que pasamos a describiros.

 

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El pazo.

Su existencia se debe a las familias Ibañez de Mondragón y Armada. La primera de ellas compró, en el S. XVI, la propiedad conocida entonces como “Torre de Ortigueira”. La unificación de las dos familias, en 1676, marca el inicio de la transformación de la “Granja de Ortigueira” en lo que hoy se conoce como Pazo de Santa Cruz de Rivadulla.

El edificio central es de estilo barroco y planta en “L”. Comunica con su capilla por uno de los laterales, dando lugar a una pequeña y acogedora plaza. En ella existen dos elementos que destacan sobre el resto: la fuente de la coca, de estilo barroco, y el olivo más antiguo de la propiedad.

 

Los jardines.

Don Iván Armada y Fernández de Córdoba, VIII Marqués de Santa Cruz de Ribadulla escribió sus diarios de trabajo en el jardín. Este hecho permite hoy en día la datación de gran parte de su flora. Él contrató al Maestro Jardinero Grandpont para la remodelación del jardín, que iría perdiendo su diseño original en favor de un coleccionismo botánico.

En la actualidad, los jardines de Rivadulla poseen especies de gran porte, varias de ellas registradas en el Catálogo de árbores senlleiras de Galicia.  La flexibilidad en el control del crecimiento de la vegetación, sin someter el conjunto a un diseño rígido, ha permitido el nacimiento, de manera natural, de un bosque denso, variado, húmedo y umbrío, de estilo muy gallego, a pesar de no serlo en esencia. En las zonas en las que cuestiones prácticas han obligado a un cierto control de su espesura, el cuidado se ha planteado con tal naturalidad que las diferencias entre la naturaleza “salvaje” y la “domesticada” se han difuminado. El jardín de Santa Cruz de Ribadulla parece ser gobernado siempre por una naturaleza espléndida y libre, cualidad muy contemporánea.

 

 

 

Recorrido por el jardín.

Tomando como punto de partida la plazoleta mencionada unas líneas más arriba, podemos seguir dos direcciones: hacia la zona agrícola y de los olivos o hacia el espacio ajardinado (estas dos zonas representan, en realidad, dos tipos de jardines diferentes).

 

 

Escogemos la primera opción. Para llegar allí, debemos atravesar un gran arco que abre el paso a la zona agrícola. Al hacerlo nos encontramos con el popular y antiguo ombú (Phytolacca dioica). Junto a él, el estanque de los patos. A partir de ahí, entramos en un espacio de praderas, huertas y el vivero de producción de camelia. Pero lo más llamativo y hermoso es el  extenso sendero flanqueado de olivos centenarios que datan del año 1525.

 

 

Volviendo a la plaza, en el lado opuesto al gran arco, podemos seguir un estrecho camino que finaliza en una pequeña cancilla de madera. Al abrirla descubrimos su maravilloso jardín ornamental. Nos recibe allí un estanque circular bordeado en piedra. A su alrededor luce una exuberante flora exótica entre la que destaca el helecho gigante Dicksonia antarcticarododendros y azaleas, árboles de Júpiter, criptomerias; y, un poco más alejados, los impresionantes magnolios.

 

 

 

 

A un lado del estanque aguarda un antiguo invernadero de madera y cristal que permite entrever, por momentos, parte de la vegetación que allí reposa. En esta parte del jardín, un poco más alejado del estanque, existe un molino, a partir del cual se accede, a través de una escalera ornamentada, a una zona con bancos, mesa, fuente y parra.

 

 

 

 

Esa estancia es inmediatamente anterior a la parte alta del jardín. Aunque el acceso principal a esta última zona se encuentra a escasos metros del invernadero, y frente al estanque, la vegetación impide una continuidad visual, fragmentando cuidadosamente la distribución del espacio. Originalmente, este lugar presentaba un trazado formal en cruz doble, pero el libre crecimiento de los bojs que bordean el camino de su estanque cuadrangular enmarcado por tulíperos de Virginia, camelias, laureles o robles, ha borrado casi por completo su geometría. Hallamos también aquí una elegante bola del mundo en piedra y el busto del jardinero Pereira.

 

 

Desde allí desciende un sendero que descubre la zona de las cascadas. Y si seguimos caminando por sus sugerentes sendas asilvestradas nos encontraremos con un lugar prácticamente mítico, uno de los principales motivos de la relevancia histórica de Rivadulla: el conocido como “descanso y fuente de Jovellanos”, lugar en el que se cree que aquel político y teórico ilustrado pudo haber finalizado el apéndice de su “Memoria en defensa de la Junta Central”, durante su estancia en Santa Cruz de Ribadulla, en 1811.

 

 

Perdiéndonos intencionadamente por el jardín, llegamos finalmente a la “carreira das noivas”, en donde la camelia, a pesar de repetirse por varios rincones de todo el lugar, allí brilla por su esplendor. Bordea el camino ofreciendo una floración especial y heterogénea. Sin duda alguna es este arbusto el rey en Santa Cruz, del que exportan más de 100.000 ejemplares al año y del que posee incluso una variedad que lleva su nombre, Camellia japonica ‘Ortigueira’.

 

 

 

Un jardín vivido y trabajado.

El visitante comprueba hasta qué punto conviven hoy en la propiedad las huertas, los frutales o incluso los usos ganaderos, con el «jardín» propiamente dicho. Por no hablar del vivero de producción de camelia antes mencionado, que lo abastece de innumerables variedades de esa especie. El rastro de actividad cotidiana que se sigue en la finca llena el espacio de aromas y detalles que remiten a tiempos de antaño, a un lugar rústico que seduce a quienes lo visitan por su recorrido y su conjunto. Toda la propiedad parece compartir una esencia común, hasta el punto de que los rincones más «domésticos» o dedicados a las labores diarias, como decíamos, también se nos aparecen adornados con la elegancia que asociamos a los jardines de Rivadulla. En esta sensación tiene una importancia fundamental, sin duda, el paseo de olivos. De igual manera, los espacios del jardín más ornamentales terminan por contagiarse de la sencillez cotidiana de la granja. En cualquier caso, el hipotético contraste entre lo que goza de una función práctica o una función estética termina por diluirse… como si todo estuviese dispuesto para deleitar nuestra visita.

Volveremos a Rivadulla, como de costumbre, para revivir una y otra vez todas estas sensaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Disponéis de información práctica para visitas y más imágenes en la ficha del Pazo de Santa Cruz de Rivadulla de nuestra guía de jardines.

También en la propia web del Pazo de Santa Cruz de Rivadulla.

 

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Paseo de los olivos en el Pazo de Santa Cruz de Rivadulla

La Ruta de la Camelia.

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