Galicia posee unas condiciones geográficas, climáticas y edafológicas propicias para que sus jardines florezcan de un modo tan espléndido.

Por eso  encontramos en ellos tal cantidad de especies vegetales, tanto autóctonas como foráneas. Buen ejemplo de éstas últimas es la camelia, especie que hoy da nombre al recorrido jardinístico más conocido y mejor elaborado de nuestra tierra, la Ruta de la camelia.

Los propios condicionantes históricos, geográficos y sociológicos han influido en lo que hoy es nuestra jardinería, además de configurar su carácter. La consolidación de una parte importante de la misma se debe a su vinculación a la tipología arquitectónica del pazo gallego, otros están ligados a la historia y evolución de una ciudad, a colecciones botánicas… Contamos con bellos ejemplos de jardines históricos y contemporáneos, parques urbanos o jardines de autor. Las dimensiones y “contenido” botánico de todos ellos son también variados, lo que contribuye a aumentar y enriquecer el valor del patrimonio natural gallego.

Partiendo de su permanente vinculación con la huerta, que históricamente dio pie al jardín primitivo,  ¿podría el jardín gallego evolucionar hacia el otro extremo? Intentad imaginar uno de nuestros parques naturales o bosques como si de un jardín se tratara. ¿No contribuiría esto a un acercamiento humano desde el que respetásemos la esencia silvestre del jardín, nuestra flora y fauna?

Si lo pensamos de esta manera y analizamos el conjunto no hay duda de que los espacios naturales de Galicia entretejen un inmenso jardín a lo largo de la comunidad.

El inmenso manto verde que cubre toda la geografía de Galicia es el primero de sus jardines.

 

 

 

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