En apoyo a la última campaña vecinal creada para recuperar el Jardín del Pasatiempo, quisiéramos dedicar el mes de Octubre a este insólito lugar de Betanzos, para de algún modo aportar nuestro grano de arena a esta iniciativa.
Como muchos de vosotros ya sabréis, del proyecto original se conserva hoy tan sólo una décima parte. Se trata de una serie de vestigios y espacios restaurados que se hallan en la misma ladera en la que fueron depositados durante las distintas etapas de su construcción, que comienza en 1893. Una huella de lo que fue el jardín, y que deja entrever todavía la grandiosidad (y lo singular, o hasta kitsch) del espacio original.
Antes de avanzar cualquier tipo de descripción acerca del jardín (del que podéis ver un resumen aquí) optamos por ofrecer alguna muestra del interés que despierta en distintos ámbitos culturales. Hoy a través de un artículo escrito por Luis Seoane en 1957: “El Pasatiempo de Betanzos», publicado en Galicia emigrante nº28:
“El Pasatiempo de los García Naveira, en Betanzos, es algo así como “El Palacio Ideal”, que realizó el cartero Ferdinand Cheval en Francia, situado en Hauterives, en la Dróme, y al que puso un cartel que dice “Ici, Palais Ideal”. Un palacio hecho de recuerdos de dibujos y fotografías de templos orientales, y de sueños de un hombre como Cheval que no era, él mismo lo dice, un albañil, ni escultor, ni arquitecto, y cuya obra le llevó, trabajada por sus manos, desde 1879 hasta 1912. “Diez mil días, noventa y tres mil horas”, como también grabó el autor en una de las paredes cuando ya lo había calificado como “Templo de la naturaleza”. Una obra de arte onírica como la que hicieron los hermanos García Naveira en Betanzos, reposando, como establece André Breton para la pintura del aduanero Rosseau, sobre “la piedra angular de la ingenuidad”.
Obras arquitectónicas y de escultura que corresponden en su valor a la canción popular, o, en el caso de la escultura gallega, al crucero, a algunos relieves de dinteles de puertas campesinas. Sólo la ignorancia y la estupidez hicieron posible que se vinieran desdeñando por los “entendidos” estas formas de arte cuando no fueron consagradas, como en el caso de los cruceros, por motivos, al comienzo, ajenos al arte del mismo.
Aquella, la del “Palacio Ideal”, fue la idea fija de un campesino francés, como lo fue durante años la obra de los García Naveira. “El palacio dédalo arborescente, petrificado” como dijo Simone Dubrenilh, gracias a Dios bello e inútil que añadimos nosotros, corresponde en escultura a la pintura del aduanero Rousseau. Es un palacio de 26 por 24 metros hecho por Cheval par probar, como éste mismo escribiría, que en su categoría campesina existen “hombres de genio y energía”, como ésta de García Naveira prueba la constancia y el amor entrañable y saudoso de los emigrantes gallegos a su tierra. En el orden artístico de Galicia correspondería esta obra a los poemas en forma de copa, de reloj de arena, del emigrante Riguera Montero, al estilo onomatopéyico que propugnaba Arévalo Rodríguez en Ferrol, en el folleto “El hombre-Galicia”, autor aún sin estudiar en su surrealismo. Obra ingenua la ordenada por los García Naveira como la pintura posterior del ex-emigrante Ben y Boo y del guardia municipal Landín. Ahí están representados en relieves suceso tan dispares como el sacrificio de Tupac-Amaru sin monumento alguno, que sepamos, en América; el fusilamiento de Torrijos y los cristianos arrojados a las fieras en el Circo romano, entre muchos otros. Imágenes esculpidas de los patricios americanos se unen a sucesos particulares de los García Naveira, a una fauna exótica y a la estatua de la campesina con el rastrillo al hombro. Es tan extraña toda esta escultura como la arquitectura a que está adherida o que ilustra. En el “Parque enciclopédico” está también la canoa con indios en un estanque, y allí estaba el famoso laberinto, que desapareció para dar lugar en la actualidad, a plantaciones de lúpulo. En fin, toda esta obra, que corresponde a la de Cheval, realizada con la misma ensoñación y automatismo surrealista, similar también a las figuras labradas en rocas en una playa bretona, d’Ermite de Rothéneuf, sufrió ya grandes mutilaciones con la complacencia estúpida de los encargados de su custodia y de las autoridades de la ciudad de Betanzos que nunca vieron más que capricho en el ensueño creador de los hermanos García Naveira, por otra parte, los únicos filántropos que tuvo durante años la ciudad. Motivo de risa para “señoritos” y apacibles y semianalfabetos mercaderes que no presintieron la correspondencia estética entre estos relieves de cemento y algunas de esas estatuas, con la labor de los picapedreros en muchos cruceros de Galicia.
Hermandad similar a la que tienen los hombre barbados, los ídolos y animales diabólicos labrados sobre los accidentes de la roca, en la playa bretona, con los calvarios de Bretaña. Casi todas la figuras de la obra que comentamos están decapitadas y toda la obra en general sufrió atentados indignos. Nada digamos de la misma estatua de los García Naveira, a quienes si se les respeta las cabezas es para que ellas sobresalgan sobre las varas que sirven seguramente de guías al lúpulo, subrayando así, aún más, el surrealismo de su creación. Una obra casi perdida que el arte gallego puede, sin embrago, clasificar en un capítulo de su historia.”